lunes, 24 de diciembre de 2007

El cineasta Ermanno Olmi presenta una metáfora sobre Cristo

Recientemente ha tenido lugar el I Congreso Internacional de Teología y Cine, organizado por la Facultad de Teología de Barcelona. La estrella del Congreso fue el famoso cineasta italiano Ermanno Olmi, autor de El árbol de los zuecos y de La leyenda del Santo bebedor. Allí presentó su último film, Centochiodi, una metáfora sobre Cristo. El realizador Xavier Juncosa le hizo una entrevista para un documental de Némesi Film, a la que también asistió Alfa y Omega. Ofrecemos algunos extractos:

Su cine parece ir contracorriente. ¿A qué se debe?

Si para el cuerpo humano y su alimentación es importante la particularidad del lugar físico del que extrae sus alimentos, del mismo modo, al hablar del desarrollo de la personalidad individual, y, por tanto, del carácter distintivo de cada persona, podríamos hablar de la alimentación espiritual y cultural. Está claro que el lugar en el que hemos nacido y vivido tiene unos rasgos particulares y característicos que nos configuran y nos salvan de la homologación de la que advertía Pasolini. Nosotros debemos alimentarnos de culturas que tengan un carácter distintivo respecto a otras. Sólo así puede tener lugar el diálogo, porque, si estamos homologados, ¿sobre qué podemos hablar?

Su última película, Centochiodi, ¿trata de Cristo? ¿Se parece a la de Pasolini?

Pasolini, después de su primera o segunda película, tuvo la ocasión de participar en una reunión en Asís con otra gente del mundo cinematográfico. Estaba el Superior del convento, que amaba el cine, y había reunido a estas personas para debatir sobre el valor del Séptimo Arte. Pasolini acudió, y pasando la noche en Asís, en aquella atmósfera monástica de la celda, encontró en la mesilla de noche la Biblia y el Nuevo Testamento, y antes de dormirse, los estuvo ojeando, y quién sabe si empujado por aquel ambiente y el espíritu de san Francisco, al día siguiente, decidió hacer El Evangelio según San Mateo. Y lo hizo. Todos lo apreciamos e, inmediatamente, reconocimos cómo, en la iconografía cinematográfica de Cristo, en general, aquella era la obra más ajustada a la figura de Jesús.

Yo, con mi último film, Centochiodi, he hecho una película no para representar a Cristo, sino para remitir a la imagen de Cristo a través de otro hombre, un hombre común, porque creo que Cristo no puede ser representado en el cine. Lo que yo hago es contar la historia de un hombre que se asemeja mucho a Cristo, pero que no es Cristo. Viéndole, oyéndole, recordamos a Cristo, sentimos sus huellas. Pero somos nosotros losque interpretamos que es Cristo, teniendo ante nosotros un interlocutor que sabe perfectamente que no lo es.

¿En qué sentido se siente usted heredero del neorrealismo?

Cuando en 1959 estrené mi primer largometraje, Il tempo si é fermato, se escribió sobre su vinculación con el neorrealismo. El neorrealismo nace de una condición impuesta por la pobreza. La pobreza es maestra de vida, porque te impone la esencialidad. Pasolini se declaró entusiasta de mi película, porque los lugares, las personas..., pertenecían realmente al ambiente de la historia que yo estaba contando. Esto es algo que sólo puede hacer el cine. Esas personas -que no eran actores- interpretaban ese tipo de humanidad porque ellas eran esa humanidad. Esto no lo puede hacer el teatro: establecer una relación estrecha entre aquellos que, sobre el escenario del mundo, tienen algo que contar. Es como los ingredientes genuinos de una buena cocina. El director sólo debe dar unas indicaciones sumarias, y el actor no profesional, espontáneamente, resolverá la situación. Aquellos jóvenes que no eran actores profesionales y que aspiraban a encontrar un puesto de trabajo, llevaban su espera dentro del alma, con un sabor escondido que se volvía evidente en sus miradas en el momento en que les encuadrabas con la cámara. ¿Por qué no usar esta posibilidad del cine?

Eso se ve claramente en El árbol de los zuecos

Muchas de las críticas que se hicieron a esa película venían del mundo de los intelectuales de profesión. Para los intelectuales italianos de entonces, mi película era claramente católica, como intención de dar un límite reductivo a la vida campesina. Un crítico inglés escribió, por el contrario, que la película era claramente comunista. Es una muestra de la confusión mental de los intelectuales de profesión. ¿Qué sabía Alberto Moravia del mundo de los campesinos? No se trata de hacer una aproximación turística, sino de participar de esa realidad, con los sufrimientos y las alegrías que esa realidad contiene. La confusión mental de los intelectuales es que hablan de todo, aunque conocen muy poco. Saben muchas cosas, pero no han vivido nada; saben todo, pero sólo eso. En aquel tiempo yo me mortifiqué mucho con esos intelectuales. Ahora no me importan nada. Ya sólo me debo a mi conciencia, y desde ella busco rodar con honradez. Sólo me preocupa eso.

¿Qué pretendió con El oficio de las armas ?

El oficio de las armas -como La leyenda del Santo bebedor - no es un film directamente referido a una realidad concreta. Es más bien un cuento ejemplar, un poco como una parábola al estilo del Evangelio. En las parábolas evangélicas se habla de una realidad contemporánea a Cristo, pero extraña en su significado, sólo en la superficie es real, y su objetivo no es representar la realidad sino presentar un pensamiento espiritual, que, eso sí, encuentra su forma expresiva en la realidad. Cuando hice El oficio de las armas, el argumento era que el capitán Giovanni de Medicis, dándose cuenta de la brutalidad del arma de fuego, ordena no usar más ese arma terrible contra el hombre. Así, aquella bala de plomo que hirió al joven Medicis desde un pequeño cañón, provoca un estupor, una reacción humana en los que viven del oficio de las armas. Esta parábola nos trae al momento presente: ¿qué sucede con la bomba atómica, con las armas biológicas...? El film habla de la peligrosidad de nuestros gestos. Para hablar de esto he contado esta historia lejana en el tiempo, para representar un valor, o en este caso, un contravalor de nuestra sociedad.

¿Y La leyenda del Santo bebedor ?

La leyenda del Santo bebedor no es un film sobre apariciones. Es un film sobre el cristianismo. ¿Y cuál es la síntesis del cristianismo? El perdón es la esencialidad del cristianismo. La diferencia entre la religión judía, que impone el ojo por ojo, y Cristo es el perdón. El perdón es la vía de la salvación. El perdón, que a veces puede convertirse en algo heróico. El perdón es un acto de generosidad en la confrontación entre dos personas. Entre el que perdona y el perdonado, el que más gana es el perdonante. No es un film que se refiere a Cristo, ni siquiera a la pequeña Teresa de Liseaux, sino al perdón. Porque en la escena final, cuando el bebedor no es capaz de devolver el dinero porque siempre se lo gasta en beber con los amigos, y aparece la pequeña muchacha en aquel bar, el Paradox, él le dice: «Perdóname», y ella le responde: «Tú no me debes nada. No te tengo que perdonar nada». El personaje ha sido perdonado, no le debe nada, pero ¿por qué? Porque ha gastado el dinero para sus amigos.

¿Por qué su película-testamento (Centochiodi) tiene que evocar la figura de Cristo?

Siempre he estado conmovido por la figura de Cristo, al que siento junto a mí, un poco a mis espaldas. He comenzado a convivir con esta Presencia, y la gran diferencia es que antes le sentía como si me interrogara para juzgarme, pero ahora siento que me interrogaba para perdonarme. Y puedo decirte que todavía me conmuevo [ Olmi se echa a llorar ]. Cristo es como el maestro de escuela que pregunta al último de la clase, al que nadie pregunta nunca porque sabemos que no va responder. Yo siempre fui el último de la clase, y en la vida también me he sentido el último de la clase.

Transcrito y
traducido por Juan Orellana

Háblenos de la Escuela de Cine Hipótesis. En 2004, el Papa le entregó la Medalla del Pontificado a esa Escuela que fundó usted hace más de veinte años. La Escuela se creó como respuesta a los jóvenes que le pedían participar en el rodaje de sus películas...

Más que una escuela de cine, era una escuela de vida. La escuela oficial me aburría porque no contenía nada de la vida ni respondía a mis preguntas. Cristo hizo una escuela, pero no tenía horarios ni asignaturas. La escuela que yo hice buscaba favorecer lo más posible el diálogo entre las personas, porque juntos se planteaban las preguntas y se buscaban las respuestas. Normalmente, se enseña lo que ya está configurado en un absoluto categórico, se enseña algo ya sabido. Por el contrario, nosotros cambiábamos continuamente cuando nos interrogábamos sobre las cosas. Una vez, me preguntó un periodista sobre la Escuela, y yo le respondí con otra pregunta: «¿Qué es lo que cree usted que está en el centro de nuestra escuela?» Él dijo: «No sé, ¿la cámara de cine?»; yo respondí: «No, la cocina». Porque teníamos como prioridad en nuestro aprendizaje mantener viva la pregunta de por qué hacíamos Hipótesis. Y yo puse en marcha Hipótesis porque quería encontrarme con amigos con los que confrontarme, con los que poner sobre la mesa -la cocina- nuestras preguntas y buscar las respuestas. Yo aprendo mucho de las preguntas que se hacen los alumnos, más que ellos de mi experiencia.

Usted ha vivido una penosísima enfermedad. ¿Cómo la vivió desde la fe?

Vengo de una zona donde tradicionalmente, desde el siglo XIX, ha vivido un pueblo de campesinos de profunda fe, la comarca bergamasca, que se la conocía como la bandera italiana. Allí había cristianos católicos de gran fe. Yo provengo de este mundo. De pequeño, creía en un Jesús niño, con esa espiritualidad encarnada que venía del mundo campesino, donde la presencia de Dios en la tierra estaba representada por todo lo que, de algún modo, constituía para aquel mundo un milagro. Es más, la semilla que producía un fruto para aquellos campesinos era un milagro, porque no conocían las leyes naturales de la botánica, y por ello enterrar una pequeña semilla y que saliera un árbol era un milagro. Aquel milagro era vivido como don de Dios y no era objeto de discusión. Con el tiempo, nuestra sociedad ha modificado esta relación, y ahora ya no se encuentra a Dios en este milagro. Nuestra sociedad tiene explicaciones para todo, hasta el punto que ya no encontramos sitio para Dios.

Cuando me encontré sobre el lecho del dolor, experimenté un sufrimiento que te aseguro que era insoportable. Al menos durante dos meses, sólo conseguía dormir 3 o 4 segundos al día. Los médicos decían que, si no moría por la enfermedad, moriría por no dormir. Una vez le dije a un amigo: «Yo no miro hacia Dios, miro a mi mujer que está siempre junto a mí. Y creo que Dios me entiende, y está de acuerdo conmigo. Cuando pido ayuda a Dios, pido ayuda a mi mujer». Tan cierto es esto que, poco tiempo después, en un momento de verdadera desesperación, le dije a mi mujer: «Mira, prefiero morir antes que vivir así». Y ella me dijo: «Pero si tú mueres ¿qué haré yo?» ¿Qué respuesta podía darme Dios mejor que ésta? Esto no quiere decir negar a Dios, sino que Dios quiere esto. Tengo 76 años, sé que el momento de la muerte se avecina. Yo ahora no tengo miedo. Estoy seguro de que ese momento será como un segundo, un segundo que durará una eternidad. Podría imaginarme que veo aparecer transparente entre la materia un rostro como el que la iconografía representa al Padre eterno, y mirándome para interrogarme, yo no recitaré ninguna oración, sino que le daré un elenco del nombre de mis amigos.

Fuente: http://www.alfayomega.es/revista/571/14_reportaje1.html

martes, 27 de noviembre de 2007

El gran silencio

Sobre esta película estamos hablando aquí, en los foros IntCat.

domingo, 28 de octubre de 2007

A pocos días del estreno de "Bella" actor agradece "bendiciones de Dios"

Eduardo Verástegui, el famoso actor y cantante mexicano que dejó el éxito en el mundo para producir películas con valores de matriz cristiana, ha dado a conocer en una carta el agradecimiento por "las bendiciones de Dios" que han permitido el anticipado éxito de la película "Bella".

"Encontrar inversionistas para financiar ‘Bella’ fue el primer milagro, completar la película fue el segundo. El tercer y más grande milagro fue cuando ‘Bella’ ganó el Festival de Cine de Toronto", dice Verástegui en su carta.

Sin embargo, confiesa que "el momento más emocionante de todos ha sido el de viajar por el país y encontrarme con ustedes"; en referencia a las decenas de encuentros que los productores de la emotiva película pro-vida han tenido en Estados Unidos con grupos religiosos y de defensa de la vida.

Verástegui cuenta que, para el estreno, luego del difícil paso de encontrar un distribuidor, "ya tenemos centenares de salas de cine pre-vendidas y muchos entusiastas que están comprando 100 entradas por familia, o algunos están tratando de comprar entradas para toda una ciudad, todo en apoyo de nuestra película y su mensaje".

"Quiero que sepan lo agradecido que estoy, y espero que cuando se estrene en las salas este viernes, te puedas sentar en la butaca, mires a la gran pantalla y te sientas parte de este milagro en acción".

El actor mexicano describe Bella como "una bella película que para mí fue creada por alguien más grande que todos nosotros, nunca olvidaré toda la pasión, respaldo y vida que esta película ha inspirado".

"Bella" narra la historia de una mujer que es despedida de su trabajo justo cuando se entera que está embarazada en una inhumana Nueva York, y establece una amistad con un futbolista latino caído en la desgracia. A través de esta amistad, la redención de ambos personajes se va elevando con intensa emotividad, en el marco de una familia acogedora y de circunstancias que van mostrando la hermosura de la vida cuando se vive con esperanza.

Más información http://www.bellathemovie.com/

LOS ÁNGELES, 25 Oct. 07 (ACI).

lunes, 22 de octubre de 2007

«La sangre del pelícano», la novela de intriga espiritual irrumpe en el Vaticano

«La sangre del pelícano» (editorial «Libros libres») se ha convertido en las últimas semanas en uno de los «thrillers» espirituales de más éxito en español.

Su autor, Miguel Aranguren (1970), confiesa en esta entrevista que con su séptima novela ha querido «demostrar que la intriga espiritual no puede ser patrimonio de los que atacan a la Iglesia».

Todo comienza en los jardines de Villa Borghese (Roma), cuando un cadáver decapitado aparece entre la foresta. El padre Albertino Guiotta ha sido guiado hasta all&iacut! e; por un anónimo que ha aparecido en el confesionario de su parroquia. Todo hace presumir que una secta satánica está decidida a dar el último y definitivo golpe a la Iglesia ya que, al mismo tiempo, un convento de clausura del Albaicín (Granada) vive con perplejidad unos ataques desagradables y recurrentes y en Cantón (China), los católicos perseguidos parecen dispuestos a sufrir una dura persecución a causa de su fe. Por si fuera poco, Aranguren entrelaza otras dos tramas: la que ha paralizado a la racionalista Francia ante los espectáculos espirituales de un santón gnóstico, obsesionado en confrontar sus fuerzas sobrenaturales con el mismísimo Papa; y la batalla que se disputan en las Naciones Unidas dos mujeres de fines opuestos. Al final, de fondo, el lector se enfrenta ante la lucha entre el bien o el mal.

Somos conscientes de que podemos desvelar muy pocas co! sas más acerca de la trama de «La sangre del pelícano». En todo caso, la novela comienza con una extraña sensación de oscuridad en el alma del padre Albertino Guiotta (protagonista indiscutible de la novela), como si se preparara una terrible tormenta espiritual sobre Roma, y finaliza con una sonora carcajada por parte del cura. ¿Era su intención, al escribir esta novela, mostrar los contrastes entre el bien y el mal?

Bien y mal, virtud y vicio, gracia y pecado son conceptos antagónicos que aparecen constantemente en la novela. Es más, «La sangre del pelícano» está ambientada en un tiempo próximo en el que la sociedad ha rechazado, de alguna manera, la posibilidad del pecado. Pero el pecado existe. Comenzó con la caída de nuestros primeros padres y finalizará con la Parusía, el regreso de Cristo, Rey de la Historia, para juzgar a vivos y a muertos. Mientras tanto, la batalla entre el bien y el mal no conocerá descanso. Pero ya decía Pablo VI que el demonio se aprovecha de este descreimiento universal sobre su perversa figura, a pesar de que pocas veces puedan encontrarse tantas sectas y movimientos vinculados al príncipe de la mentira, al mismo tiempo que pocos momentos de la historia disfrutan de testimonios de santidad tan vivos como los de estos últimos cien o ciento cincuenta años.

Pensábamos que la marea de «El código da Vinci» ya había pasado. Sin embargo, «La sangre del pelícano» parece advertir que el género del misterio espiritual no se acabó en la obra de Dawn Brown.

No sólo no se ha acabado con «El código da Vinci» ni con otras novelas que aprovecharon el tirón comercial de aquel libro. Es más, aquella literatura-basura prostituyó un género que no puede manejar quien no tenga fe, salvo que le sea ajeno el riesgo de caer en la desinformación (como le ocurría a Brown) o directamente en la calumnia. El misterio de la salvación del hombre es inmenso y da pie a muchas recreaciones, también literarias. Los medios de comunicación, por desgracia, ofrecen también una imagen interesadamente sesgada de la Iglesia y sus obras. ¿Por qué no, entonces, lanzarse a la elaboración de una novela que conjugue todas estas ausencias? Es decir, existía la necesidad de mostrar, mediante las peripecias de una serie de personajes, qué es la Iglesia, cuál es el papel de la gracia, qué es el perdón y la misericordia, cuál es el valor de los sacramentos, especialmente de la Eucaristía, quiénes fueron las figuras egregias del cristianismo del siglo XX, etc.

¿Se atrevería a señalar a los lectores de Zenit cuáles son las manifestaciones actuales del mal?

La verdad es que prefiero hablar en positivo. Como antes decía, y a pesar de que en general los medios de comunicación no lo reflejen, en todos los rincones del mundo hay testimonios auténticos de santidad, de heroísmo en la práctica habitual de las virtudes. Pero el mal está ahí, bien representado, por ejemplo, por la «cultura de la muerte», presente también en «La sangre del pelícano». El aborto, la manipulación de embriones, la eutanasia…, acaban con el destino trascendente del hombre, lo cosifican, eliminan de él toda su dignidad, esa que nos hace superiores y dueños de todas las criaturas, ajenos al paso del tiempo, a la misma muerte, que no es nuestro destino irremediable si! no un paso misterioso hacia una vida totalmente plena.

¿Qué pretende recoger con el título de la novela? «La sangre del pelícano» habla de un ave herida y en su portada, además, aparece la inquietante esvástica nazi, de tan horribles recuerdos.

La imagen del pelícano que se hiere a sí mismo para alimentar a sus crías en tiempos de carestía fue utilizada por los primeros cristianos para representar de forma figurada a Jesucristo y a la Eucaristía. El propio canto eucarístico «Adoro te devote», santo Tomás se refiere a Jesús como a ese bondadoso pelícano que nos entrega su carne y su sangre como prenda de salvación. En la novela esta presencia salvadora y misteriosa de Jesús sacramentado está presente, sobre todo, en la esperanza del Santo Padre, al que no vacila su fe como no vaciló la de los primeros cristianos en las que fueron algunas de las más terribles persecuciones de la historia de la Iglesia. Y sobre la esvástica nazi, la portada de la novela no hace otra cosa que anunciar lo que el lector va a encontrarse dentro del libro: que el demonio utilizó la ambición de Adolf Hitler y otros canallas de la historia para intentar acabar con el bien.

¿Cómo aceptará su novela un lector no creyente?

Supongo que disfrutará con su lectura, ya que por encima de este diálogo de aires teológicos que estamos manteniendo, se trata de una novela de intriga, de puro entretenimiento, de una batalla en la que los «buenos» necesitan sagacidad ante las enormes dificultades que les ponen aquellos que quieren que triunfe el mal. El lector, de esta manera, puede también participar buscando la manera de ayudar al padre Albertino y al comisario Luigi Monticone, el antihéroe de esta novela.

Por último, en «Las sangre del pelícano» se mezcla realidad y ficción a juzgar por la aparición de la Madre Teresa de Calcuta y de Juan Pablo II en el entramado de una historia ficticia.

He comentado en otros lugares que Juan Pablo II (que en la novela ya ha sido proclamado santo por la Iglesia) y la Madre Teresa de Calcuta son algo más que personajes históricos. Su paso por la tierra ha removido a mucha gente pública y a muchísima más que pertenece al anonimato de los pueblos. Yo mismo me siento deudor de su vida, gestos y palabras. En «La sangre del pelícano» juegan un papel fundamental en el padre Albertino Guiotta, ya que antes de su conversión tuvo cierto trato con una secta satánica y para su posterior ordenación sacerdotal precisó de la intervención directa del Papa polaco que, además, alimenta a la Iglesia perseguida de China. La Madre Teresa fue interlocutora directa de Albertino, pero no puedo contar más…

Más información en www.miguelaranguren.com y en www.libroslibres.com

MADRID, lunes, 15 octubre 2007 (ZENIT.org)


domingo, 21 de octubre de 2007

Tomás Moro, un hombre para todas las horas


Tomás Moro (1478-1535) fue uno de los grandes humanistas del Renacimiento, erudito, escritor, polemista, abogado, juez, político, diplomático, y finalmente Lord Canciller de Inglaterra (el primer Lord Canciller laico en varios siglos). También fue un hombre hogareño, modelo de esposo y de padre, y amigo de sus amigos; entre éstos se encuentran los más destacados humanistas de su tiempo, como Erasmo de Rotterdam y Luis Vives.

Su trágica muerte –condenado a la pena capital por negarse a reconocer a Enrique VIII como cabeza de la Iglesia de Inglaterra– es un modelo de fidelidad a la Iglesia y a la propia conciencia, y representa la lucha de la libertad individual frente al poder organizado.

En 1557 su yerno, William Roper, escribió su primera biografía. Desde su canonización, en 1935, se han publicado muchas otras de diferente valor. El libro de Álvaro Silva, que también tradujo y editó obras de Moro y la correspondencia del humanista, no es una biografía, aunque recorra buena parte de su vida, sino un viaje a la cabeza y al corazón de Moro, a través de sus escritos.
Reconoce Silva que el género biográfico es siempre contemporáneo, pues hay demasiados elementos de esa época que nunca llegaremos a interpretar correctamente; pero admite que ésa no es una razón para dejar de intentar acercarse al personaje y hacerlo lo mejor posible.

Silva aborda el tema en cinco capítulos originales y de extraordinario valor por su seriedad y penetrante análisis. El primero y principal trata de Utopía: no sólo del contenido del libro más famoso de Moro, sino de lo que es en sí y lo que supuso para Moro. Explica Silva que Utopía es un “modelo” de reforma, un ejercicio mental realizado por un gran humanista, que enseña a pensar y da las claves de la mente del humanista (y hace soñar lo que podría haber sido una reforma de la Iglesia desde dentro, sin Lutero). Este capítulo da una pauta que seguirá Silva a lo largo del libro; los puntos concretos que estudia y muestra los relacionará con la vida posterior de Moro.

Los otros capítulos, menos densos, pero no menos enjundiosos, comienzan por “Moro lector”, que explora sus hábitos de lectura: tanto los textos que escogía como su manera de tratarlos y valorarlos. “Las mujeres de Moro” habla no sólo de sus mujeres e hijas, sino de toda su forma de tratar a “la otra mitad del mundo” en una época completamente machista. “Moro y los herejes” recuerda muy particularmente la ruptura de la cristiandad, sus desvelos por salvaguardar la integridad de la fe desde la política, su labor como polemista –lo peor de su obra escrita– y su evolución hacia posturas más tolerantes. “El martirio y el arte de vivir” y “¿La conciencia de Moro o el cabezota de Moro?” coronan una vida plena, cuya características principales –sus peores enemigos lo reconocen– es la sinceridad y la coherencia.

El libro de Silva es una delicia que invita a leer las obras de Moro y a conocer más una época apasionante; también exige un cierto conocimiento previo de la vida del Canciller, como el que pueden proporcionar las biografías escritas por Andrés Vázquez de Prada o Peter Berglar.

Autor: Álvaro de Silva
Marcial Pons. Madrid (2007). 264 págs. 22 €.
Firmado por Fernando Gil-Delgado Fecha: 17 Octubre 2007

domingo, 14 de octubre de 2007

"Los 7 mitos de las madres trabajadoras"

Las mujeres han ganado la libertad para incorporarse al mercado laboral, para “trabajar fuera de casa”. Pero, ¿respeta nuestra cultura la libertad de las mujeres que deciden no trabajar? En el fondo, ¿no hay una presión ambiental que menosprecia a las madres que deciden no trabajar fuera de casa? ¿Nuestra sociedad valora adecuadamente el trabajo de las mujeres en casa?

Por otra parte, las mujeres reciben otro mensaje profundamente injusto: Es posible tener una carrera profesional competitiva, lo que significa un trabajo de muchas horas diarias, y criar a los hijos cuando son pequeños. Es sólo “cuestión de organización”. Pero los permanentes “testimonios ejemplares” de estas superwoman llevan una carga envenenada: Si tú no lo puedes hacer es por tu culpa, es porque no eres suficientemente buena.

El resultado es el estrés y la frustración de muchas mujeres, la permanente sensación de que no llegan a todo y de que no están “dando la talla”.

Este libro es un alegato liberador para las mujeres de hoy en día. No es posible hacerlo todo al máximo. La vida conlleva elecciones y hay que valorar las consecuencias de cada una. Y si la maternidad estuviese justamente reconocida en nuestra sociedad y las mujeres fueran libres para elegir, muchas se librarían de esa tensión que la actual cultura dominante les impone.

Una cultura injusta que pretende imponerse

Los 7 mitos de las madres trabajadoras aborda valientemente estas cuestiones, que están siendo objeto de fuertes debates en Estados Unidos, donde las mujeres, después de demostrar de lo que son capaces profesionalmente, quieren recuperar ahora la auténtica libertad para poder elegir sobre su vida familiar.

Suzanne Venker ha sido durante años profesora de secundaria. Escritora y madre a tiempo completo, vive en St. Louis.

Por: Suzanne Venker

jueves, 27 de septiembre de 2007

Escritores conversos


Pearce presenta aquí la extraordinaria floración de hombres y mujeres de letras, o artistas, que a lo largo del siglo XX en Inglaterra se hicieron propagadores de la fe. En su mayoría eran conversos al catolicismo (Chesterton, Knox, Benson, Dawson, Waugh, Spark...); otros se acercaron o volvieron a la Iglesia anglicana (Lewis, Eliot); hubo también quienes desde niños eran católicos (Belloc, Tolkien) o anglicanos (Sayers).

Con sus plumas y sus voces mostraron el vigor intelectual del cristianismo, dieron la réplica a las ideologías ateas, renovaron la apologética y ofrecieron respuestas a las crisis espirituales de su tiempo. Escribieron testimonios de sus conversiones que han acercado a la Iglesia a gran número de lectores.Esta obra es de un auténtico especialista.

Pearce es autor de biografías y estudios sobre Chesterton, Belloc, Tolkien, Wilde, Roy Campbell, Lewis, E.F. Schumacher. Aporta muy abundante información, en parte inédita, fruto de investigaciones propias. La organiza siguiendo la cronología del siglo: cada capítulo muestra un periodo, o un tema, en el que intervienen varios conversos. Los más señalados entran en escena repetidamente, en distintas fases de sus vidas. Esto facilita al autor traer a colación las relaciones –por el trato personal o por las obras– entre muchos de ellos.
El inconveniente es que en realidad Pearce pocas veces se detiene en las relaciones; sobre todo, habla de cada quien uno por uno y pasa al siguiente no siempre con motivo claro, a veces por mera asociación de ideas.El libro, en fin, es mucho más una colección de historias personales –varias decenas– que el análisis o tan siquiera la crónica de un fenómeno. La profusión de datos oculta el panorama.

Pearce no termina de explicarnos aquel hervor iniciado por Newman que llevó a tantos intelectuales a la fe, aquel movimiento en las mentalidades y en la cultura, aquel prestigio y atractivo que adquirió la Iglesia católica en el ámbito anglosajón. De todas formas, Escritores conversos tiene interés sobrado porque transmite eficazmente la fuerza y autenticidad de las vidas que relata.

Firmado por
Rafael Serrano Fecha: 19 Septiembre 2007
Aceprensa.com

miércoles, 26 de septiembre de 2007

La libertad en la encrucijada

On Ordered Liberty
Autor: Samuel Gregg
Ciudadela. Madrid (2007). 215 págs. 7,50 €. Traducción: María de los Ángeles Barros Cabalar.

El norteamericano Samuel Gregg ha centrado sus trabajos en el ámbito de la ética y la vida pública, con el estudio de destacados representantes del pensamiento político como Hobbes, Hume, Tocqueville, Acton, Hayek o Rawls. Pero uno de los autores que más influye en su discurso es el Tocqueville de La democracia en América, donde más de siglo y medio después se pueden encontrar intuiciones y respuestas sobre las sociedades democráticas. En ellas se idolatra la libertad pero en muchos casos se trata de una libertad que quiere prescindir del orden, o si se prefiere de la razón, y bastarse a sí misma. El resultado no es otro que la progresiva desvinculación de la democracia y la ética, al mismo tiempo que de la religión, y con un marco social fuertemente influido por el relativismo y el individualismo: toda una paradoja si se cree que la democracia equivale a la lucha por la igualdad.

Gregg resalta la influencia del utilitarismo en esta deriva que al final sólo puede ser irracionalista, pues está salpicada por ese emotivismo moral que triunfa en nuestras sociedades posmodernas. Acaso Hume tuvo parte de responsabilidad al afirmar que la razón debe ser esclava de las pasiones; pero cierta filosofía política sigue insistiendo en que el utilitarismo es la única vía para la razón. Desecharlo sería caer en actitudes que exaltan la fuerza del coraje o del espíritu, con tan nefastas consecuencias a lo largo del siglo XX.

Nuestro autor, sin embargo, sale al paso de un utilitarismo que, a base de predicar la eficacia, cae en el relativismo y llega a creer que no existen el bien y el mal si se actúa libremente. Nos recuerda Gregg que por ese camino, en la línea de la filosofía de Rorty, deja de ser obligatorio combatir a las tiranías.

La gran confusión de las sociedades libres es que el Estado de Derecho se ha identificado con el triunfo de la voluntad, y no con actuar de acuerdo con la recta razón. De ahí que Gregg resalte que en ocasiones los dictadores, como Robespierre o Stalin, han sabido hacer suyos el lenguaje de los derechos, pues ellos se sentían autorizados para imponer las reglas de un mundo perfecto. Una vez más, como ya señalara Tocqueville, todo depende de la visión que se tenga del hombre. Por otra parte, el católico Gregg termina recordando una obviedad muchas veces olvidada: el reino de Dios no es de este mundo, y tan equivocado es tener nostalgia del mundo anterior a 1789 como imitar acríticamente a la modernidad secularista.

Firmado por Antonio R. Rubio
Fecha: 19 Septiembre 2007

martes, 25 de septiembre de 2007

Un corazón invencible

A Mighty Heart
Director: Michael Winterbottom. Guión: John Orloff. Intérpretes: Angelina Jolie, Dan Futterman, Archie Panjabi, Irrfan Khan, Will Patton. 100 min. Jóvenes. (VSD)

Esta película adapta el libro que escribió la reportera francesa Mariane Pearl sobre la trágica muerte de su marido Danny Pearl. En 2002, este periodista estadounidense, de raza judía, era jefe de la oficina para el Sur de Asia de The Wall Street Journal. El 23 de enero fue secuestrado en Karachi por un grupo fundamentalista islámico, que lo decapitó varias semanas después. A pesar de ello, Mariane –que por entonces estaba embarazada de seis meses– ha seguido luchando por esa “tarea de cambiar un mundo colmado de odio, que nos pertenece a todos y cada uno de nosotros”.

El cineasta inglés Michael Winterbottom (In This World) acierta al enfocar la búsqueda de Danny Pearl desde la perspectiva angustiada y admirable a la vez de su esposa, pues hasta los fragmentados pasajes policiacos adquieren de este modo una enorme fuerza dramática. Además, ese enfoque modera sus apuntes críticos hacia la política exterior de Estados Unidos y, en concreto, hacia la invasión de Irak y los encarcelamientos masivos en Guantánamo. Unos hechos, según Winterbottom, tan deplorables y contraproducentes como el irracional salvajismo del fundamentalismo islámico, y que incluso sirven a éste de combustible e impulso.

En todo caso, se impone el drama humano y el mensaje pacifista sobre el discurso político, potenciados, además, por unas excelentes interpretaciones de actores y no actores, entre los que destaca una contenida y matizada Angelina Jolie. También añade intensidad al filme su claustrofóbica puesta en escena, casi siempre cámara en mano, gran parte de ella rodada en los mismos escenarios de la acción real, y reforzada por un montaje trepidante y una inquietante banda sonora.

Firmado por Jerónimo José Martín
Fecha: 12 Septiembre 2007
Aceprensa.com

lunes, 10 de septiembre de 2007

La jungla 4.0

Live Free or Die Hard
Director: Len Wiseman
Dirección: Len Wiseman. Guión: Mark Bomback. Intérpretes: Bruce Willis, Timothy Olyphant, Maggie Q, Justin Long, Jeffrey Wright. 130 min. Jóvenes. (VD)

John McClane vuelve a estar en el lugar y momento equivocados, pero con sus expeditivos métodos de trabajo –un hombre analógico en un mundo digital– logrará salvar el mundo y estrechar lazos con su joven hija.

La película, por supuesto, ofrece un ritmo vertiginoso y elaboradas escenas de acción. Son disparatadas pero, ¿qué importa? Aceptada la premisa de la suspensión de la incredulidad, se disfruta de auténticos momentos circenses, como el enfrentamiento del túnel o cómo derribar un helicóptero con un automóvil, o el duelo entre un camión y un caza de combate.

Pero los efectos especiales y las coreografías no bastan. Hay además un guión inteligente de Mark Bomback, que parte del artículo periodístico de John Carlin “A Farewell to Arms” (Adiós a las armas), sobre la excesiva dependencia tecnológica. La trama especula sobre qué ocurriría si piratas informáticos colapsaran los equipos que regulan la circulación, el suministro energético, las finanzas, la seguridad nacional… Y el telón de fondo de los miedos post 11-S refuerza el planteamiento. McClane debe llevar a cabo una tarea sencilla –poner a un hacker a disposición del FBI–, pero las cosas se complican cuando un equipo de terroristas trata de eliminar a su hombre. Lo lidera un villano de envergadura (Timothy Olyphant), con oscuros propósitos no desvelados enseguida.

El film es fiel al espíritu de la saga, también en la añoranza del héroe por la vida familiar, y en el sacrificio y la renuncia, precio que debe pagar quien tan altas cualidades posee para enfrentarse a los villanos de turno. Hay además mucho sentido del humor, buenas réplicas y guiños para McClane, inmenso Bruce Willis, cuando conversa con su “protegido”, su hija, el FBI o los “malos”.

Firmado por José María Aresté Fecha: 5 Septiembre 2007
Aceprensa.com

La carta esférica

Director: Imanol Uribe
Director y guionista: Imanol Uribe. Intérpretes: Carmelo Gómez, Aitana Sánchez-Gijón, Enrico Lo Verso, Javier García Gallego, Gonzalo Cunill. 100 min. Adultos. (VXD)

A pesar de que casi todas mantienen un nivel aceptable, las diversas adaptaciones cinematográficas de las novelas de Arturo Pérez-Reverte suelen decepcionar tanto a los lectores como a los buenos aficionados al cine. La carta esférica no cambia esa tendencia. El realizador vasco Imanol Uribe (Días contados, El rey pasmado, Extraños, El viaje de Carol) adapta la novela homónima, que Pérez-Reverte publicó en 2000 (ver reseña).

Su trama se centra en la búsqueda del Dei Gloria, un bergantín de la Compañía de Jesús, procedente de las Indias, que fue hundido en el siglo XVIII por un barco pirata cerca de las costas de Cartagena. En la empresa se ve involucrado Ismael Coy, un veterano y escéptico marino, ahora sin barco y sin dinero, que conoce a la misteriosa Tánger Soto en una subasta de objetos marítimos. Subyugado por la belleza de esta mujer, Coy acepta ayudarla en la azarosa búsqueda del pecio.

La película de Uribe provoca sonrojo en sus histéricas escenas sexuales, falla en las contadas peleas y escenas de acción –rodadas con bastante torpeza– y flaquea en algunas situaciones melodramáticas, cuyos diálogos suenan a pedantería libresca. Ciertamente hay oficio y buenas maneras en las interpretaciones, la fotografía de Aguirresarobe, la música de Bingen Mendizábal y el montaje Teresa Font; pero la película no funciona.

A los defectos ya señalados, se añade una evidente carencia de tensión dramática: la trama pierde fuelle durante el desarrollo de la intriga hasta volverse plana en un desenlace previsible, abrupto y puntualmente ridículo. La duda es si esa falta de energía y hondura dramáticas es defecto del guión de Uribe o está ya en la novela de Pérez-Reverte. Pues, al fin y al cabo, el popular escritor vuelve a repetir la misma fórmula pesimista, sórdida y cínica de la mayoría de sus novelas. De hecho, Ismael Coy recuerda demasiado a Alatriste, Tánger Soto a María de Castro y Nino Palermo a Malatesta. Los homenajes a Conrad, Stevenson, Melville y Patrick O’Brian no van más allá del inane guiño erudito. Hoy por hoy, Pérez-Reverte está muy lejos de esos clásicos de la literatura de aventuras marinas.

Firmado por Jerónimo José Martín Fecha: 31 Agosto 2007
Aceprensa.com

viernes, 24 de agosto de 2007

'Cómo la Iglesia construyó la civilización occidental', por Thomas E. Woods Jr.

Además de Grecia y Roma, el cristianismo aportó una liberación de la razón: universidades, cinetíficos, derechos y cultura.

La era de la información es también la de los tópicos. Se queja el autor de la imagen sesgada, cuando no directamente manipulada que tienen los americanos de la Iglesia católica y de su historia. Digamos que, lamentablemente, lo mismo pasa en Europa y que, incluso los mismos creyentes contemplan su pasado con una mezcla de resignación y sonrojo.

Lo cierto es que sin la Iglesia Europa no existiría como tal y por tanto tampoco la cultura occidental. Esta verdad, conocida por los estudiosos que no se acercan a los hechos con las anteojeras del anticlericalismo, no ha llegado al amplio público que sigue viviendo de los slogans que repiten los medios y cacarean los pedantes desde los púlpitos del resentimiento. Hacen falta obras divulgativas que den a conocer el papel decisivo del cristianismo. Estamos ante una de ellas.

Thomas E. Woods aprovecha las investigaciones recientes que empiezan a hacer justicia al pasado y ponen en evidencia que, sin el catolicismo, Europa no habría pasado del estado de barbarie. Para ilustrarlo sigue un método bien simple. Toma en consideración algunos puntos importantes: la ciencia, la Universidad, el Arte, la economía, el Derecho… y muestra como la Iglesia fue la matriz decisiva para su progreso.

Es cierto que la cultura occidental bebe también de otras fuentes, como Grecia o Roma, que fue una especie de cruce de caminos actuando de transmisora de los mejor de la cultura antigua, pero el cristianismo aporta un factor decisivo.

Simplificando podríamos decir que libera a la razón y la conduce hacia lugares que pensaba imposibles. Es por ello que mientras la cultura china colapsa, a pesar de haber hecho algunos descubrimientos antes que Occidente, en Europa alcanza verdadera carta de naturaleza.

Haciendo un poco de historia

Muy interesante el apunte sobre el papel de la Edad Media al respecto, que de oscuro
no tiene más que las legañas con que la miran los orgullosos ilustrados.

Pero, además, ¿por qué el papado protege y alienta las Universidades? ¿Sabe alguien hoy que muchos científicos fueron religiosos o sacerdotes? ¿Se reconoce el papel de los monjes y los monasterios en la educación de lo que después sería Europa y que gracias a ellos muchas tierras baldías se volvieron cultivables?

¿Por qué se ignora que el Derecho internacional, de gentes en la terminología de la época, nació en la Universidad de Salamanca de la mano de sesudos dominicos? Estas y muchas otras preguntas dejarán de hacerse después de la lectura de este ameno e informado libro.

Lo recomendamos para el lector medio, pero especialmente para el estudiante que ha de soportar la vacuidad de la LOE en los centros de enseñanza media. Una vez más la divulgación no significa pérdida de calidad en la exposición ni de rigor.

lunes, 20 de agosto de 2007

Ingmar Bergman. La muerte ganó la partida

Antonius Block tuvo más fortuna. Supo llegar al jaque mate de la Muerte con la paz de haber encontrado un cierto sentido a su vida. Su creador, Ingmar Bergman, se ha ido con su angustia sin resolver.

Con él se ha ido uno de los últimos existencialistas modernos. Después de él sólo queda postmodernidad light. Ha muerto uno de los últimos mohicanos del cine más sólido europeo del siglo XX. Quedan Rohmer, Olmi y Oliveira. Bergman llenó las salas de los cines y de los teatros de espectadores llenos de preguntas sobre el sentido de la vida, de la muerte, del dolor y de la existencia de Dios. Bergman luchó con su tradición luterana hasta hacerla trizas, transformando su pregunta religiosa en un grito sordo lanzado a la nada.
Con él desparece lo que una generación entera de cinéfilos llamó “cine de tesis”, desaparece el que supo llevar a sus actores a las más altas cotas de la interpretación, el que situó al primer plano en la cumbre de los recursos expresivos.

A lo largo de los años Bergman fue evolucionando, desde la búsqueda incansable de un alma metafísica hasta un ronco escepticismo desencantado. Sus grandes cuestiones filosóficas de sus primeros títulos dejaron paso a una obsesiva y asfixiante disección sin horizonte de las relaciones sentimentales. Una conciencia de culpa cerrada sobre sí misma se cierne sobre los personajes de sus últimas películas, incluso en las que sólo figura como guionista.

Con su gran interrogante sin responder

Su gran testamento fue Fanny y Alexander, aunque no su
última película. En aquella obra maestra, Bergman convocó a sus grandes temas para un último y sonado levantamiento de telón. La dirección artística más deslumbrante de toda su carrera arropó un repertorio de altura en el que se dieron cita cuestiones biográficas, dudas metafísicas, ajustes de cuentas y heridas sin curar. Todo ello para concluir con las siguientes palabras en boca de uno de los personajes: “Nosotros no hemos venido al mundo para desvelar sus misterios, no estamos equipados para semejantes menesteres y es mejor que ignoremos los grandes interrogantes, porque vivimos en nuestro pequeño mundo. Nos contentamos con eso. [...] Pero para ello es necesario saber hallar el placer en este nuestro pequeño mundo: buena comida, amables sonrisas, árboles frutales en flor, melodiosos valses...”

De esta manera, Bergman se apeaba de su lucha con el misterio de Dios que tanto nos conmovió en El séptimo sello o Los comulgantes, y se declaraba vencido por el materialismo más romo. Aun así, Bergman es ya un monumento de la autoconciencia del hombre occidental del siglo XX. En él se conjugaron todas las contradicciones del europeo moderno, escindido entre una tradición religiosa en retirada y un nihilismo vencedor y disolvente. Ahora ya sabe lo que la Muerte le escamoteó en ese confesionario de El séptimo sello. Ahora ya no ve Como en un espejo. Ahora ya no necesita jugar al ajedrez para distraer a la muerte. Ya está en la Isla de Faro que nunca perecerá.

Juan Orellana
ACEPRENSA

Harrry Potter and the Deathly Hallows

Como era de suponer, en este libro todo está orientado a ir respondiendo a las preguntas que habían quedado en el aire. Poco a poco, se van recomponiendo los sucesos del pasado y se aclaran los misterios: el origen de la particular unión mental de Harry con Voldemort, el papel que juega Snape, las razones y los pasos en falso de Dumbledore... No hay elementos o personajes nuevos que sean dominantes y, como en las demás novelas, la autora usa la misma estrategia narrativa de dosificar la información cuidadosamente.

Esta vez las novedades se han de buscar en las situaciones, como la boda entre Bill Weasley y Fleur Delacourt, en algunos encantamientos, como la sensacional capacidad del pequeño bolso de Hermione gracias al “Undetectable Extension Charm”, en la fuerte personalidad de algunos secundarios como Griphook, un goblin con un carácter resentido y malhumorado como el de los enanos de Tolkien.

Como corresponde a un argumento de persecución, hay menos lugar para la broma y más situaciones de tensión: escenas de acción con salvaciones en el último momento; momentos de lucha interior de Harry en torno a qué debe hacer y qué no; peleas dialécticas con intercambio de reproches y arrepentimientos posteriores.

Queda de relieve el talento de Rowling para construir una trama intrincada que no se le va de las manos –se ve que sabía bien lo que hacía desde los comienzos–, y que resulta convincente para el lector interesado –todo tiene lógica interna e incluso son aceptables las opciones por caminos más cómodos–.

Todo se va aclarando con admirable coherencia

En cuanto a los contenidos, a lo largo del relato se subrayan algunas ideas ya conocidas. En lo que tiene de novela de pandilla, la importancia de una amistad leal, de combatir los celos y las rivalidades egoístas, de comprender a los demás y saber rectificar. En lo que tiene de novela colegial, sobre todo se destaca que los chicos piden a sus educadores que sean coherentes y que les cuenten la verdad: buena parte de los conflictos interiores de Harry se centran en esto. En lo que tiene de novela de aventuras, se carga el acento en la responsabilidad del héroe y en que la inconsciencia propia de la edad no es un argumento para justificar algunas elecciones morales: a Harry le molesta que se intente justificar a un adulto que se comportó mal cuando era joven... como él lo es ahora.

En torno a la muerte

De todos modos, el tema central de esta historia es la muerte, como ya el título sugiere, y el poder salvador del amor. Cuando, en la tumba de sus padres, Harry lee la inscripción “El último enemigo que será destruido es la muerte”, manifiesta su sorpresa y Hermione le aclara que eso no significa derrotar la muerte tal como lo entienden los Death Eaters; «eso significa... vivir más allá de la muerte, vivir después de la muerte».

Más tarde, a Harry le queda claro que se ha de aceptar la muerte y que “hay cosas en el mundo que son mucho peores que morir”. Y, más adelante, recibe otro consejo en esa dirección: “No tengas compasión de los muertos, Harry, ten compasión de los vivos y, sobre todo, de los que viven sin amor”.

Se puede apuntar también que, como muchos leerán esta novela con lupa, seguramente adquirirá relevancia la discusión acerca de la figura de Dumbledore. Se cuentan con detalle sus errores de juventud y sus coqueteos con el deseo de poder, un eco del tema central de El señor de los anillos, y se revelan los aspectos de su conducta que no quedaron claros en anteriores relatos. Sin embargo, habrá quienes piensen que sus tácticas son más que discutibles, tanto en sus planteamientos educativos como en sus decisiones de combate contra sus enemigos. Por eso quizá convenga terminar recordando, una vez más, que nos encontramos ante una novela de aventuras y no ante un tratado educativo.tumba de sus padres, Harry lee la inscripción “El último enemigo que será destruido es la muerte”, manifiesta su sorpresa y Hermione le aclara que eso no significa derrotar la muerte tal como lo entienden los Death Eaters; «eso significa... vivir más allá de la muerte, vivir después de la muerte».

Más tarde, a Harry le queda claro que se ha de aceptar la muerte y que “hay cosas en el mundo que son mucho peores que morir”. Y, más adelante, recibe otro consejo en esa dirección: “No tengas compasión de los muertos, Harry, ten compasión de los vivos y, sobre todo, de los que viven sin amor”.

Se puede apuntar también que, como muchos leerán esta novela con lupa, seguramente adquirirá relevancia la discusión acerca de la figura de Dumbledore. Se cuentan con detalle sus errores de juventud y sus coqueteos con el deseo de poder, un eco del tema central de El señor de los anillos, y se revelan los aspectos de su conducta que no quedaron claros en anteriores relatos. Sin embargo, habrá quienes piensen que sus tácticas son más que discutibles, tanto en sus planteamientos educativos como en sus decisiones de combate contra sus enemigos. Por eso quizá convenga terminar recordando, una vez más, que nos encontramos ante una novela de aventuras y no ante un tratado educativo.

Luis Daniel González
ACEPRENSA

sábado, 18 de agosto de 2007

¿Belleza saludable en la mujer?: no es lo mismo vestirse para una fiesta que para la playa

No es el mismo «atuendo» el que se usa para ir a la playa que para estar en cuarto de baño, ni el que se elige para una fiesta que el que se pone para ir de compras o recados por la calle; ésta verdad hoy está cuestionada, o por lo menos desprestigiada, en la realidad de la sociedad en la que vivimos: en la playa se está como en el cuarto de baño y en la calle o en una fiesta como en la playa.

Si es cierto que la forma de vestirse delata el interior de la persona; si aceptamos que la moda impone sus reglas y sus leyes ( la mayoría fomentan la anorexia porque son tallas muy pequeñas ) y resulta difícil no encontrar trasparencias o escotes excesivos o estrecheces; y si dudamos de cómo debemos vestirnos porque no queremos ir contracorriente por no ser tachados de noñería, quizá podamos ser definidos como personas con falta de personalidad, o de buen gusto o de opinión personal consolidada. Optar por una belleza saludable puede consistir más o menos en esto: estilo propio y ecológico, búsqueda de la comodidad y del sentido práctico, y oferta adecuada a la edad, al tipo y al trabajo u ocupación que cada uno desarrolle. Será saludable si nos sentimos bien con lo que llevamos, si podemos movernos sin problemas y sin convertirnos en un escaparate; el valor de la belleza hay que descubrirlo dónde reside, es decir, en el interior de la persona, en el conjunto de la persona, porque se admire no sólo se mire o se vea lo que debe estar oculto por privacidad.

Dos películas conocidas nos han trasmitido este mensaje, por un lado, «la Bella y la Bestia», esos dibujos animados repletos de ternura y colorido, y por otro, «Mía Sarah», otra forma de hacer cine, muy saludable, y con vestuario actual y ponible. Me atrevo a aconsejar a los diseñadores, a las firmas comerciales, a los empresarios de moda, que reflexionen en este tiempo de vacaciones, en este período de descanso mental, sobre esta acuciante necesidad de la sociedad: la mujer merece no ser manipulada, la mujer exige ser respetada en su dignidad, la mujer puede inspirar otro tipo de moda que la vista y no la desvista, pero hay que tener el coraje necesario para emprender esta aventura y luchar contra la corriente; es posible conseguirlo, pero hay que intentarlo: en cuanto algún diseñador destaque por su innovación saludable, la sociedad bienpensante le seguirá y su realidad se convertirá en futuro; espero que algún empresario recoja el guante y se tire sin paracaídas.

Marosa Montañés Duato
Periodista.
Presidenta mujeres periodistas del mediterráneo.
conoZe.com
6.VIII.2007

martes, 14 de agosto de 2007

Ratatouille



Dirección: Brad Bird

Guión: Brad Bird

Música: Michael Giacchino

Distribuye en Cine: Buena Vista

Duración: 115 min.

Público apropiado: Todos

Género: Animación


El arte de cocinar

El tercer largometraje de Brad Bird confirma su talento como realizador. Después de la notable El gigante de hierro y de la sobresaliente Los Increíbles, Bird ha elegido una historia muy arriesgada, consciente de que Pixar podía asumir los retos, también económicos: 100 millones de dólares de presupuesto.

La empresa de animación de John Lasseter, productor ejecutivo de la cinta, ha establecido unos estándares de calidad que dan vértigo. Y en Ratatouille vuelven a quedar patentes: sin el extraordinario trabajo de los animadores y técnicos de Pixar la película no funcionaría. Hacer una película sobre una rata de campo que sueña con ser una estrella de la alta cocina francesa en un restaurante parisino es de todo menos convencional. La repugnancia natural que los humanos tenemos por las ratas siempre estará ahí, por mucho que otras películas de animación hayan procurado presentarnos a ratones simpáticos y pulcros.

Pero juntar ratas y comida, meter a una rata en una cocina es jugar muy fuerte, aún más si se renuncia al cómodo expediente de permitir que los roedores y las personas puedan hablar entre sí.

Lo más sorprendente del gran guión de Ratatouille es la manera de establecer las relaciones entre los roedores y las personas, con unos conflictos verdaderamente ocurrentes y una excelente progresión dramática que culmina en uno de los mejores clímax de la historia del cine de animación. La película juega una y otra vez con la manera de conciliar las aspiraciones de los roedores con las de los hombres usando como escenario de convivencia la cocina de un restaurante parisino. Bird ha escrito un guión con hallazgos verdaderamente geniales aunque sobran 15 minutos de metraje (podrían haberse obviado algunos largos diálogos de un didactismo un poco cargante).

En el diseño de personajes, Pixar sigue siendo Pixar: al espectador se le abre la boca de admiración, especialmente por el dominio de la gestualidad de los personajes, que en el caso de Remy, la rata azul que protagoniza la cinta, es prodigioso. La calidad de la fotografía y el montaje dan brillo a un diseño de producción esmeradísimo, con una gran recreación de París y unas atmósferas tremendamente conseguidas. Las secuencias de acción, gracias al dominio de la animación de los movimientos violentos, tienen un gran dinamismo, realzado por la acertada partitura musical de Giacchino.

Y procuren llegar puntuales a la proyección: el cortometraje Abducidos (una autoescuela para marcianos), dirigido por el hasta ahora editor de sonido Gary Rydstrom, es divertidísimo.

(Aceprensa / Almudí AG-ER)

miércoles, 4 de julio de 2007

Cristina, hija de Lavrans (Sigrid Undset)

Encuentro. Madrid (1997). Tres volúmenes: 280, 381 y 411 págs. Traducción: Rosa S. de Naveira.

Los lectores interesados en la literatura con mayúsculas están de enhorabuena con esta nueva edición en español de la mejor novela de Sigrid Undset (1882-1949), la escritora noruega que recibió el premio Nobel en 1928. Se trata de una novela densa y extensa, que se publica en tres volúmenes como ocurrió con la primera edición en Noruega (1920-22), poco antes de que la autora se convirtiera al catolicismo.

La acción se desarrolla en el siglo XIV en Noruega y narra la vida de Cristina en tres partes. La primera, con el título de La corona, relata su infancia y su pasión por Erlend, con quien se acaba casando, a pesar de que eran otros los planes de sus padres. La segunda parte, La mujer, describe la vida de Cristina como esposa y madre, vida no exenta de dificultades ni de conflictos, por el fuerte carácter de los esposos y por las circunstancias políticas de la época. La tercera parte, La cruz, muestra los últimos años de la vida de Cristina: la emancipación de los hijos, la trágica muerte de Erlend y la reclusión de la protagonista en un convento.

Además de la magnífica ambientación de la época y de las bellas descripciones del paisaje noruego, hay que destacar la veracidad de los personajes y de las vicisitudes a las que se enfrentan. Sigrid Undset refleja la complejidad de las vidas de sus protagonistas, en un ambiente en que conviven una fe bastante arraigada con restos de viejas costumbres paganas, pero que ayuda a descubrir la grandeza de los puntos centrales del cristianismo: la caridad, la misericordia, el arrepentimiento, la lucha entre el bien y el mal, la aportación de la mujer al desarrollo adecuado de la sociedad..., sobre todo a través del contraste entre el amor generoso de Lavrans, el padre de Cristina, y el amor egoísta de ésta, hasta que al final de su vida se da cuenta de sus errores. Cristina, hija de Lavrans es una magnífica y profunda recreación de la parábola del hijo pródigo.

Luis Ramoneda (Aceprensa)

Sigrid Undset, pasión nórdica (La obra de una gran luchadora)

Hace más de 50 años fallecía una gran mujer que escribió magníficas novelas. La vida de Sigrid Undset (1882-1949) enseña cómo algunas obras literarias no pueden gestarse sino envueltas en la dignidad de una existencia. La trilogía Cristina, hija de Lavrans proporcionó a Undset el Nobel de literatura en 1928 y un puesto entre los mejores de la novela histórica. La reciente reedición en español de su obra póstuma, Catalina de Siena, hace oportuno el acercamiento pausado a una de las grandes mujeres y novelistas del siglo que termina.

La escritora noruega vino al mundo en Kalundborg (Dinamarca) el 20 de mayo de 1882, el año que también ve nacer a James Joyce y Virginia Woolf. Cuando Sigrid tiene 2 años, su familia se traslada a Christiania, la capital de Noruega, que luego, en 1925, pasará a llamarse Oslo. La temprana desaparición del padre, muerto cuando Sigrid tiene 11 años, la casi continua convivencia con la enfermedad de los seres queridos, un matrimonio, tres hijos, dos guerras mundiales, una ruptura matrimonial, un hijo caído en combate, exilios, estrecheces económicas y la conversión a la Iglesia católica con 43 años son las piezas que componen el puzzle.

Sus padres son Ingvald Martin Undset, catedrático de Arqueología, y Charlotte Gyth de Kalundborg, una distinguida joven de origen danés. Sigrid será la mayor de tres hermanas y crecerá en un hogar culto, donde se habla alemán y francés. Los misterios de las sagas nórdicas y las canciones del folklore escandinavo son habituales compañeros de juego. La primera infancia de Sigrid está llena de los frecuentes viajes del padre por toda Europa. Sigrid adora a su padre, que quiere para ella una esmerada educación, a la vista del entusiasmo de la pequeña por los afanes históricos y arqueológicos del padre, que ha sido nombrado Director del Museo Noruego de Antigüedades.

La prematura muerte de su padre, en 1893, a los 40 años, deja a la joven viuda y a las tres niñas en una difícil situación económica. Sigrid renuncia a un brillante porvenir universitario y, con 16 años, se coloca como secretaria del director de una compañía alemana de ingeniería, en Christiania. Serán diez años de un trabajo en el que acaba por hacerse imprescindible.

Mujeres como protagonistas

Diez años con ratos robados al sueño para escribir su primera novela, ambientada en la Dinamarca medieval. Y mientras, lee: mucha historia y literatura, sobre todo inglesa. Profundamente impresionada por Shakespeare y Chaucer, se abisma en la saga artúrica de la mano de Mallory, mientras lee a las Brontë y a Jane Austen. Se familiariza con escritores escandinavos como Ibsen, Strindberg y Brandes. Con 22 años acaba el manuscrito de su primer libro, una historia romántica, que será rechazado. Dos años después, Sigrid tiene listo un nuevo manuscrito, mucho más breve que el anterior, tan sólo 80 páginas para contar la cruda historia de un adulterio ambientada en la Noruega contemporánea. La novela se publica, siendo primero relegada y luego valorada, gracias al apoyo de un conocido escritor de la época.

En el período 1907-1918 escribe varias novelas de corte realista que abordan las existencias monótonas de personajes insignificantes en oscuras ciudades, el bravo empeño por no abandonarse a la decadencia. Ya están presentes las mujeres como protagonistas absolutas, si bien Undset opta por una sobriedad que a veces bordea la rudeza, ahuyentando el sentimentalismo.

Después de la publicación de su tercer libro, que se vende bien, Undset puede abandonar su empleo como secretaria y dedicarse a escribir. En 1909-1910 viaja por Europa, gracias a una beca para escritores jóvenes. Pasa nueve meses en Roma, y allí conoce al que será su marido, el pintor noruego Anders Castus Svarstad, nueve años mayor que ella, casado y con tres hijos. Sigrid tiene 30 años. Svarstad consigue el divorcio y se casan en 1912. Marchan a Londres, donde uno pinta y la otra se empapa del arte y las letras inglesas (con sitio especial para D.H. Lawrence). A los seis meses, vuelven a Roma, y allí nace su primer hijo, en enero de 1913.

Abandonada con tres hijos

Hasta la ruptura del matrimonio, en 1919, Sigrid tiene tres hijos, y cuida a los tres hijos del anterior matrimonio de Anders. La prometedora escritora se ve totalmente absorbida por la atención de un hogar que incluye dos niños retrasados: la segunda hija de Sigrid y uno de los hijos de Anders. La escritura vuelve al reducto nocturno. El matrimonio, la maternidad, la I Guerra Mundial y la neutralidad noruega vienen a transformar a la mujer y -como se verá- a la escritora.

Anders, su marido, la abandona en 1919, cuando Sigrid tiene 37 años y está embarazada de su tercer hijo. El pintor contrae nuevo matrimonio. Sigrid consigue la nulidad y no vuelve a casarse. Se instala en Lillehammer, donde pone en pie una hermosa y tranquila finca campestre que permita una vida confortable y sana para su hija enferma. Y, después de dar a luz, la viajera y cambiante Sigrid se asienta y acomete su gran obra, la monumental Kristin Lavransdatter (Cristina, hija de Lavrans).

Un libro que es mucho más que una novela histórica. Realmente, bien podría titularse Kristin Sigriddatter. Es la luz al final de un largo túnel, el fruto de un descubrimiento fundamental en la vida y la obra de Sigrid: el descubrimiento del cristianismo y, más concretamente, de la providencia divina y su juego con la libertad de los seres humanos. Concluida la redacción del libro, y tras recibir instrucción de un sacerdote, Sigrid es recibida en la Iglesia católica. Estamos en 1924, y la escritora tiene 43 años.

Crónica monumental

Cristina, hija de Lavrans consta de tres libros -cerca de mil páginas en total-, que abarcan la vida de una mujer noruega del siglo XIV. Habría que acudir a Dostoievski, Manzoni, Von Le Fort o Corti para encontrar en la historia reciente de la literatura un acercamiento tan poderoso como el de Undset a temas como la culpa, el amor, la filiación, el odio, el matrimonio, la fe, la maternidad, la Providencia y la libertad.

Los múltiples protagonistas de esta saga nórdica comparten la sangre indómita de varias generaciones que se agrupan en torno a Cristina, niña, hija, novia, amante, esposa, madre, abuela, viuda. Odios, amores, venganzas, rivalidades, ambición, celos, violencia, pecados y arrepentimiento, crueldad y dulzura se dan cita en un marco grandioso por la nobleza salvaje y tosca de un mundo recién salido del horno, de olores fuertes y definidos.

La excelente acogida en Europa de su trilogía no contribuye a mitigar el escándalo que provoca su conversión en Noruega. El país cuenta con un exiguo puñado de católicos, y se caracteriza por un protestantismo estatal, de un antipapismo muy acusado. Desprecio o temor son comunes en grandes sectores de la sociedad noruega, generados por motivos religiosos -los menos- y por la cercanía al marxismo y al socialismo de buena parte de los intelectuales noruegos. Undset, que ya había librado combates por los derechos de la mujer, sale en defensa de la libertad religiosa, y acaba por asumir una apología encendida de la Iglesia católica. Durante años no cesa de batallar en foros públicos de debate. Son los años -1920-27- de mayor producción literaria: a la saga de Cristina se suma la de Olav Audunssøn, otro monumental relato en cuatro volúmenes.Años de exilio
A los 46 años, el Nobel de Literatura llama a su puerta por la enorme fuerza literaria y moral de sus novelas históricas. Estamos en 1928 y Sigrid Undset relaja su asombroso ritmo creativo. Escribe varias novelas ambientadas en el contemporáneo Oslo, con una presencia continua de personajes de la pequeña comunidad católica noruega y el amor como motor. Publica estudios históricos, traduce al noruego sagas islandesas y escribe varios ensayos literarios sobre las hermanas Brontë y Lawrence. En 1934 entrega a sus editores un relato autobiográfico, Elleve aar, que incluye un homenaje de amor a su familia y, en especial, a su padre.Cuando estalla la II Guerra Mundial acaba de perder a su hija enferma y de publicar el primer tomo de Madame Dorthea, una novela histórica ambientada en la Escandinavia del siglo XIX. Su oposición al nazismo, bien conocida desde los primeros años 30, había provocado el rechazo de sus libros en Alemania. Su hijo mayor, Anders, oficial del Ejército noruego, muere a los 27 años en un enfrentamiento con tropas alemanas a pocos kilómetros de la casa de los Undset. Sigrid escapa a Suecia con el único hijo que le queda. Entre 1940 y 1945 vive en Estados Unidos. Terminada la guerra, vuelve a Noruega, donde muere el 10 de junio de 1949, a los 67 años, sin haber escrito nada más.

En 1951 aparece Catalina de Siena (ver pág. 4), obra póstuma consagrada a la vida de la santa italiana colocada por la providencia en los durísimos años del Cisma y el destierro de Aviñón.

Personajes recios

La obra de Undset está dominada por una concienzuda mirada, sobria y vibrante a la vez, que se detiene en el drama humano cotidiano. Personajes recios, de una grandiosa humanidad, marcados por pasiones con mayúsculas. Undset se aleja del naturalismo gracias a la presencia continua de una religiosidad poderosa y afilada, que nunca es un relleno narrativo en sus relatos. La cuidada ambientación histórica de la Edad Media nórdica aporta un toque de exotismo, muy atractivo para el lector no familiarizado con esos años oscuros. Los personajes femeninos de Undset tienen carisma y solidez, y han sido frecuente fuente de inspiración para otros escritores europeos. Cristina es, quizás, el personaje literario noruego más popular después de Peer Gynt, de Ibsen.

La vida y la obra de la escritora tiene extraordinario peso en su país. En 1995, la actriz y directora Liv Ullmann trasladó al cine el primer libro de Cristina, hija de Lavrans. Actores noruegos dieron vida a las pasiones de una historia que fue fotografiada en los escenarios originales por el gran Sven Nykvist, colaborador habitual de Ingmar Bergman y de otros grandes cineastas. La televisión noruega adaptó la película y la emitió como serie.

Leer a Sigrid UndsetSigrid Undset: * La señora Marta Oueli (1907)* Jenny (1911)* La leyenda del rey Arturo y los caballeros de la Tabla Redonda (1915)* Las vírgenes prudentes (1918)* Un punto de vista de mujer (1919)* Cristina, hija de Lavrans (1920-1922)* Nubes de primavera (1921)* Olav Audunssøn (1924-1927)* La zarza ardiente (1930)* Elleve aar [Once años] (1934)* Norske Helgner [Saga de santos nórdicos] (1934)* Madame Dorthea (1939)* Catalina de Siena (1951)

Existen ediciones españolas disponibles de Cristina, hija de Lavrans (1997), Catalina de Siena (1999) y La zarza ardiente (1999) en Encuentro, que ha anunciado la próxima aparición de Olav Audunssön.

La colección de Premios Nobel de Aguilar tiene un tomo doble dedicado a Undset. El libro apareció en 1958 y no ha sido reeditado. Suele encontrarse en bibliotecas públicas e incluye la traducción de las obras más representativas de la escritora noruega.

En Noruega se han publicado numerosos estudios y biografías sobre Sigrid Undset. Destacan entre estas últimas las de Tordis Orjasaeter (1993) y Gidske Anderson (1989). Orjasaeter, profesor de educación especial, pudo acceder a los archivos de la escritora y realizar una impresionante labor de documentación que le permite aclarar muchos aspectos de la vida y la obra de Sigrid Undset. Así pudo demostrar que la larga y penosa dolencia que provocó la temprana muerte del padre de Sigrid fue una enfermedad nerviosa, parecida a la esclerosis múltiple; y no sífilis, como se pensaba. El libro de Orjasaeter recibió el premio Brageprisen al mejor libro de no ficción en Noruega.

Alberto Fijo (Aceprensa)

La Zarza Ardiente (Sigrid Undset)

Encuentro. Madrid (1999). 553 págs. Traducción: Fernando Trías y Cristina Ansorena.

La premio Nobel noruega Sigrid Undset (1882-1949) escribió esta novela en 1930, después de su conversión al catolicismo. Si en sus obras más emblemáticas recreó ambientes medievales, aquí los hechos transcurren en su país, en el período de entre guerras de este siglo.

Paul Selmer, el protagonista, es un empresario, casado y padre de dos hijos. En la primera parte, se narra su proceso de conversión al catolicismo, que cambia su vida y sus relaciones con los colegas y amigos, en un ámbito en que los católicos son minoría y en el que predomina un luteranismo aburguesado. En la segunda parte se describe el conflicto con su mujer, que no comprende su actitud, y el acercamiento de sus hijos a la Iglesia. En la tercera, Paul Selmer pasa por una fuerte crisis, al encontrarse con la que fue su prometida y que lo dejó poco antes de la fecha prevista para la boda.
La zarza ardiente es una novela importante, de notable calidad, densa.

Junto a la habitual maestría de la autora para describir los paisajes de su tierra, destacan la hondura con que analiza la psicología de los principales personajes de la novela y las diversas reacciones de unos y de otros ante la conversión de Selmer. A su vez, muestra los cambios que se van produciendo en el protagonista al crecer su identificación con la doctrina de Jesucristo y su amor a la Iglesia y, sobre todo, al toparse con la incomprensión y el sufrimiento.

Luis Ramoneda (Aceprensa)

sábado, 23 de junio de 2007

Shrek Tercero

Informe:

Dirección: Chris Miller (II), Raman Hui Guión: Jeffrey Price, Peter S. Seaman, Jon Zack Música: Harry Gregson-Williams Distribuye en Cine: Paramount Duración: 92 min. Género: Animación

En busca del rey

Si uno revisa los datos de taquilla de las dos anteriores películas de la saga, comprende que la llegada de una tercera parte era inexorable. Shrek (2001) obtuvo un éxito impresionante, con una recaudación mundial de casi 500 millones de dólares, estuvo nominada al Oscar a la mejor película y ganó el apartado a la mejor película de animación.

Por su parte Shrek 2, estrenada tres años después, batió todos los récords imaginables y se convirtió en la película de animación más taquillera de todos los tiempos, con una recaudación total de más de 920 millones de dólares. Con este bagaje, los estudios DreamWorks se han visto lógicamente impelidos a continuar la historia de su personaje más original y divertido. Que logre igual éxito que sus predecesoras es ya otro cantar.

La película retoma la historia en el castillo de los reyes de Muy Muy Lejano, en donde también viven felices la hija del rey, Fiona, y su marido Shrek, con la alegre compañía del parlanchín Asno y del caradura chuleta Gato con Botas. El rey está enfermo y, a regañadientes, Shrek ha de hacer sus veces, lo cual le hace añorar cada vez más su querida y asquerosa ciénaga.

Sin embargo, a la muerte del rey, éste le confía su reino al Ogro, aunque también le dice que hay otro heredero llamado Arturo que puede ocupar su lugar. Sin pensárselo dos veces Shrek sale en busca de su salvador, no sin antes enterarse de que Fiona está embarazada.

Pero un gran peligro se cierne sobre el reino de Muy Muy Lejano, pues el Príncipe Encantador pretende el trono y para lograr sus fines reunirá a los malvados deseosos de tener ellos también un “y vivieron felices para siempre”.

El realizador Andrew Adamson cede la batuta esta vez a Chris Miller, que debuta como director con este largo, amparado en su experiencia como dibujante en Hormigaz y Shrek, y en su colaboración en otros filmes de DreamWorks, como Shrek 2 o Madagascar. Se puede decir que Miller aguanta el envite, pero no sube la apuesta.

Acierta en la concepción de algunas escenas muy logradas, como el pillaje de los malvados en el pueblo “Beverly Hillsiano” o en la huida de las mujeres de la cárcel y su divertida entrada en el castillo. Sin embargo, pesa demasiado en la historia la sensación de “ya visto”, señal de que la idea se agota, y Miller no logra del todo superar visualmente la previsibilidad de un guión menos inspirado que el de las entregas anteriores.

Por supuesto que hay algunas perlas. Toda la historia se asienta sobre la idea de que lo importante en la vida no es lo que piensen de uno, sino lo que uno piense de sí mismo, de tal modo que rendirse al pesimismo o a la derrota es la peor de las desgracias. A la vez, la horrible visión y la original fuerza de la pesadilla de Shrek sobre su paternidad obtiene su equilibrado contrapunto en el desenlace, de hondura y optimismo proporcionados.

Una película que, aunque una vez más añada un par de mensajes positivos sobre la familia y la autenticidad, está diciendo a gritos que lo que pretende es entretener y a cuantos más, mejor. (decine21 / Almudí JN-AG)

jueves, 14 de junio de 2007

El gusto por la lectura

Pareciera ser, a primera vista, que no habría mucha diferencia entre quien lee y quien no lo hace frecuentemente. Pero es sólo un engaño. Las diferencias son bastante grandes y notorias. En primer lugar, quien lee aumenta su cultura, la hace sólida si es endeble y la enriquece cada vez más. Quien permanece ajeno a los libros, por el motivo que sea, también es cómplice de su ignorancia, que se acrecienta a medida que sigue huyendo de las páginas escritas.

En segundo lugar, la lectura aporta un panorama más amplio para el desarrollo de las propias ideas y fomenta una actitud crítica, pero no en sentido negativo, sino positivo, ya que remueve los preconceptos e instala la necesidad de contrastar unos datos y otros, algunos más veraces y otros, pobres y caducos.

Quien lee no cree lo primero que escucha, al menos tiene un cierto bagaje cultural que matiza cualquier intento de absolutismo respecto a ciertos temas.
En tercer lugar, la lectura es fuente de conocimientos. La falta de lectura, por el contrario, adormece el espíritu y la inquietud intelectual. Pero, tampoco es suficiente con ser un devorador de libros, ya que se puede leer mucho pero mal. Es decir: siempre se debe buscar, mediante el consejo de alguien o guiados por el propio sentido común, las lecturas que favorezcan el desarrollo personal, que son todas aquellas que no están reñidas ni con la moral ni con la ética, ni menosprecien el valor individual de las personas ni sus creencias. Hay personas que, a fuerza de consumir basuras editoriales, que las hay y muchas, han hecho de su intelecto un refugio para las ideas más depravadas y siniestras. No hay que leer cualquier cosa, hay que leer siempre con un criterio determinado para cada circunstancia.

El gusto por la lectura lleva a quien lee a no contentarse con lo primero que ofrecen las vidrieras, o con aquel libro que es best seller mundial, pero que sin embargo no aporta mucho más que un simple cuento de hadas, nacido para entretener con exclusividad. Quien se habitúa a la lectura quiere buscar autores con los cuales identificarse en costumbres, modismos e ideas acerca de las grandes cosas de la vida. Es el lector cómplice del autor en cuanto difusor de ciertos ideales nobles, que agrandan las miras de la rutina diaria.

Y la falta del hábito de lectura repercute necesariamente en el trato con los demás. Quien no hace más ver las caricaturas del periódico, difícilmente pueda transcribir en palabras lo que le dicta su corazón cuando quiere expresar su amor. Reinará una especie de «parquedad sentimental», caracterizada por escuetas líneas y frases hechas repetidas una y otra vez, hasta despojarlas de su intenso significado por el abuso de su presencia en los labios del amante.

El gusto por la lectura es gustar de disfrutar más de la vida, de compartir en palabras las experiencias vividas y en saber transmitir las propias con la justa mezcla, cual recete perfecta, de sentimientos, emoción y vocablos. Leer significa ir más allá de nuestro estrecho mundo personal y adentrarnos en el otro, en crecer en empatía, estar con el otro y desde el intercambio fructífero de ideas, poder decir, al final del día, que hemos aprovechado el tiempo, al menos por haber leído unas líneas de nuestro autor preferido.

Oscar A. Matías
Conoze.com

miércoles, 28 de marzo de 2007

Los orígenes históricos del cristianismo

Autor: José Miguel García Pérez28-03-2007035/07
Encuentro. Madrid (2007). 352 págs. 16 €.

La figura de Jesús de Nazaret, su historicidad, su vida, su predicación, y su proyección posterior en los cristianos cobra cada día mayor actualidad, incluso en los medios de comunicación que siguen aireando de vez en cuando hipótesis que enturbian la valoración de los evangelios. Por esto es tan importante estudiar y aportar datos sobre la historia bien documentada de Jesús y de los primeros años del cristianismo.

José Miguel García goza de larga experiencia en el trato con universitarios, a los que ha impartido muchos cursos sobre Jesús y sobre el cristianismo. Es además buen conocedor de las ciencias bíblicas y de los documentos antiguos por sus estudios en Washington y en Jerusalén, además de buen teólogo. Ha escrito este libro con el objetivo de disipar dudas e hipótesis imaginarias, aportando amplísima documentación que avala sus afirmaciones.

El libro tiene dos partes. La primera está centrada en la figura de Jesús, su misión como Mesías e Hijo de Dios, su predicación, su vida, muerte y resurrección. La segunda gira en torno a la expansión del cristianismo primitivo en Palestina y fuera de Tierra Santa, contiene dos capítulos sobre la función destacada de Pablo de Tarso y los dos últimos sobre la confrontación del cristianismo con el judaísmo primero y más tarde con la cultura y civilización romana.

Los primeros capítulos recogen los testimonios más antiguos sobre Jesús, en los escritos paganos, en los judíos y en los cristianos. Es ilustrativa y de gran interés la distribución cronológica y temática de los evangelios apócrifos conocidos hasta el momento presente. Trata con precisión y claridad lo que han significado los evangelios gnósticos más difundidos últimamente, el de Tomás y el de Judas.

Acerca de la historicidad de Jesús comenta en nueve capítulos los aspectos más debatidos entre los autores modernos y también los más aireados en prensa o en libros: el poder de perdonar pecados, los milagros, el secreto mesiánico, las razones aducidas en el proceso religioso ante el sanedrín y las invocadas en el proceso político ante Pilato, el sepulcro vacío como señal visible de la resurrección así como las apariciones. No sigue, por tanto un orden cronológico. Más que una vida de Jesús es la exposición de los argumentos serios para fundamentar la historicidad de Jesús y la solidez de los evangelios como fuentes de historia.

La expansión del cristianismo primitivo, el autor dedica los cinco últimos capítulos. En ellos pone de relieve que no hay ruptura entre Jesús y los discípulos de la primera y segunda generaciones. El libro de los Hechos de los Apóstoles, cuyo valor histórico defiende el Prof. García junto con gran número de estudiosos anglosajones, es un magnífico testigo de los primeros pasos de los discípulos, de las dificultades que tuvieron que superar y de la inexplicable difusión de la doctrina.

Tienen también interés los dos últimos capítulos en los que se describe la controversia con los judíos, o mejor, con sus autoridades, seguramente porque los cristianos sufrieron muchas vejaciones y desprecios. Sin embargo nunca renunciaron a sus raíces y buscaron los primeros adeptos entre los propios judíos. Con los romanos tuvieron inicialmente buena acogida, pero con el incendio de la ciudad de Roma el año 62/63 comenzó la persecución de Nerón, como cuenta Tácito en un texto recogido en el libro. A partir de entonces, las persecuciones fueron constantes y cruentas.

En suma, es un libro bien documentado, escrito con sencillez y sentido pedagógico, que aborda aspectos de actualidad e interés sobre Jesús y sobre la Iglesia.

Santiago Ausín. ACEPRENSA.

domingo, 11 de marzo de 2007

Dios se ha puesto de moda



El nuevo año editorial nos ha traído una ristra de libros, ensayos y artículos sobre Dios. En tiempos de crisis renace la teología de la historia que, al fin y al cabo, ha sido siempre teología sobre la providencia de Dios.


Hay polemistas que aprovechan que el siglo XXI será religioso o no será para escribir cosas insustanciales sobre Dios, la divinidad y la Iglesia. Hay editoriales que quieren hacer su primavera y ofrecen una de cal y otra de arena: un libro sobre el Dios que existe, que se manifiesta en Jesucristo, que es raíz y razón de la vida, y otro sobre un dios escondido por entre las páginas de la historia, que se oculta del hombre y que teme a la libertad.

¿Es Dios un tema recurrente que aflora por temporadas? ¿Acaso esta afluencia de novedades editoriales sobre Dios es una manifestación de la necesidad que habita en el hombre? ¿Pero no quedamos en que estábamos satisfechos con lo que tenemos, con nuestra calidad y cantidad de vida? ¿Qué falta nos hace pensar sobre Dios si es más cómodo vivir como si Dios no existiese?
Dios, de nuevo, en el horizonte de los occidentales, observadores de cómo Occidente lucha contra Occidente. El Dios de los filósofos contra o con el Dios de los teólogos; la razón y la fe. El profesor Alejandro Llano ha roto, hace ya algún tiempo, las ataduras del pensamiento políticamente correcto; ahora ha escrito un nueva suma filosófica del sentido común sobre la experiencia de Dios, que es siempre experiencia de lo humano sin ser sólo lo humano. Dios, como la vida, es una apuesta, una paradoja; ¿acaso el hombre no lo es? Lo curioso es que Dios es una apuesta que ya tenemos ganada. Su título es En busca de la trascendencia. Encontrar a Dios en el mundo actual (Ariel).

¿Qué problemas tiene el hombre contemporáneo con Dios? ¿Qué cuentas pendientes? ¿Acaso la de la razón, la de la libertad, la de la voluntad de querer otra naturaleza, de desear otro ser hombre? El primer problema que el hombre tiene para experimentar la presencia de Dios es su limitada comprensión de lo que es la experiencia. Reducida ésta a lo sensible, a lo sensorial, al gusto y al tacto, a lo tangible, a lo que produce placer, a lo contante y sonante, se ha ocultado lo que desvela la realidad: el misterio que la funda, que la conduce a la plenitud, que le da sentido.

¿Y el sentido? ¿Y la acción? En nuestra época el hombre se ha hecho, por vía de la acción, íntegra, plenamente problematizado. Sin embargo, el sentido de la vida del hombre no es un problema, es un misterio. No cabe objetivar la cuestión por el sentido porque es el que se pregunta por el sentido quien tiene el problema del sentido. No son juegos de palabras. El problema necesita una solución, a no ser que sea un problema falso, una aporía. El misterio necesita que se desvele, que resplandezca, para que adquiera su plenitud. Si nos enfrentamos a nuestros problemas de fondo, estamos tocando el sentido de nuestro fondo. El problema se tiene; el misterio se es. Somos misterio para nosotros, para los otros, para Dios.

Sólo el misterio explica el misterio. Karl Jaspers sostenía que la tensión hacia la trascendencia es lo propio y lo constitutivo de la existencia humana. La tensión se convierte hoy en vértigo; vivimos con el vértigo de la vida, de la velocidad, de la necesidad imperiosa de nuevas y siempre fascinantes experiencias. Tenemos muchos datos sobre el hombre pero muy pocos sobre lo que es el hombre. La biotecnología se ha convertido en la base del próximo gran ciclo económico, en el fondo del nuevo ciclo de definición de lo humano. Sabíamos ya que el hombre no es biología, es biografía, escrita con renglones torcidos de libertad. Una biografía que tiene una línea discontinua al comienzo y otra continua al final.

Hay polemistas profesionales –de qué se trata que me opongo– que siguen pensando que Dios, y la vida eterna, son rémoras del pasado. Instalados en la vida perdurable no les afecta la vida eterna más que para pensar en cómo puede haber personas que siguen creyendo en un "superpadre justiciero e infinito, en la resurrección de los muertos y en la vida perdurable". Pues no, señor Savater, ni superpadre justiciero, ni supernanny arregla-todo, ni nada que se le parezca. La falacia de los que pretenden deslegitimar a los creyentes arranca de que al pensar en Dios, sobre Dios, están pensando sobre imágenes falseadas de Dios que se dan, las más de las veces, por intereses varios en la historia. Pensar y hablar hoy sobre Dios –como ayer, como siempre– y sobre la vida eterna no es más que conocer y reconocer la gramática del amor. Si tiene dudas, señor Savater, lea a Benedicto XVI.

José Francisco Serrano Oceja

sábado, 10 de marzo de 2007

Los demonios de C. S. Lewis

Aunque personas muy serias y con criterio moral me habían hablado muy bien de los libros de Lewis (1898-1963), y aunque yo sabía que tanto en EEUU como en todo el mundo de habla inglesa este irlandés está considerado un clásico contemporáneo, no lo he leído hasta hace muy pocos días.


Fue por pura casualidad. Compré dos libros de Lewis que me encontré en una librería, mientras buscaba la última novela de Julian Barnes. Los adquirí no sólo por seguir las recomendaciones de mis amigos, sino porque eran libros bastante leídos y, además, breves. El primero, Cartas del diablo a su sobrino, va por la duodécima edición y el otro, Una pena en observación, está en la novena.

El autor fue un famoso profesor de literatura medieval y renacentista; por lo visto, su libro Sobre el amor corteses una referencia imprescindible de los profesores de literatura de medio mundo. Fue gran amigo de Tolkien, el de El señor de los anillos, a quien dedicó el primer libro citado. Formó parte del grupo de escritores selectos de los años treinta. Su obra es amplia en el ámbito de la creación y la investigación literaria. Fue también autor de éxito en el campo de la ciencia ficción, por ejemplo, Más allá del planeta silencioso, y de los relatos infantiles, por ejemplo, Crónicas de Narnia. El cine lo ha tratado con cariño. Entre otras obras, Una pena en observaciónfue llevada al cine con el título Tierra de penumbras, protagonizada por Anthony Hopkins y Debra Winger, y dirigida por Richard Attenborough.

Lewis fue ateo hasta 1929, que se convirtió al cristianismo, según relató en su Cautivado por la alegría. Admitió "que Dios es Dios" y, a partir de esa conversión, construyó una de las obras literarias y apologéticas más importantes del siglo pasado. Cartas del diablo a su sobrinoes una novela corta, publicada en 1942, a la vez que un ensayo de carácter religioso y ético. Son las epístolas de un demonio viejo y jubilado, Estrutopo, a su sobrino inexperto, Orugario, que acaba de ser asignado como tentador de un joven inglés residente en Londres. Todas las cartas son ensayos inteligentes para inducir al pecado al paciente y enfrentarse al Enemigo (Dios) en la lucha por el alma del humano. Dice las cosas más serias, como dice un amigo, sin perder la sonrisa.

Si tuviera que seleccionar un argumento de los muchos que aquí se esgrimen, no dudaría en recoger su crítica genial a cómo los humanos se apartan de la realidad mediante el pretexto de lo real. El presente y la eternidad son cuestionados por un futuro tan falso como inexistente. La actividad básica del demonio es mantener a los humanos apartados de lo real. Objetivos claves del demonio son el fomento de las falsas esperanzas, el evitar que los individuos se entreguen a algo con autenticidad, el presentar un hecho físico al margen del resto de la experiencia humana, hurgar en las dificultades del perseverar, alimentar falsas espiritualidades y, en fin, criticar y criticar la excelencia y el esfuerzo hasta que el hombre se haga un cínico completo.

Por encima de las estrategias literarias trazadas por el autor, la obra muestra de modo genial el principal límite del demonio que, en realidad, es el de nuestra época está poseída por sus poderes: la imposibilidad de concebir la virtud. El demonio, a pesar de tener un rango superior a los humanos, en verdad, es un ser espiritual superior, no puede comprender el bien. No puede, por ejemplo, concebir que el ser humano tenga un cuerpo, no acepta en modo alguno "querer vivir el cuerpo". No concibe la capacidad de que Dios ame a los hombres, de que algo salga bien, de que las virtudes, en fin, sean buenas. Naturalmente, tampoco sabe qué es la alegría. Las páginas dedicadas a la risa son portentosas. El diablo carece de sentido del humor.

Porque la actividad básica del demonio es mantenernos apartados de la realidad, no admitirá en modo alguno los placeres básicos y sencillos del ser humano, por ejemplo, pasear, leer un libro y entregarnos a "la aparición de una sola carne". En verdad, para el diablo, el hombre es una ofensa. El demonio percibe a Dios como un monstruo. El diablo está muerto de hambre. El diablo no quiere que crean en él. Mientras que Dios emplea los males como medios para producir bienes, el diablo emplea las virtudes humanas (que él no puede producir) para producir vicios.

Desde el punto de vista de la apologética cristiana, que no es el que aquí me interesa, hay dos asuntos de extraordinaria actualidad. El primero se refiere al concepto de amor en el pensamiento cristiano. Y, el segundo, a la proliferación y adoración de "Jesuses históricos" para negar la esencia del cristiano. Lewis, en 1942, se adelanta a las posiciones más serias de la "apologética" actual sobre el amor, porque muestra con brillantez que la inteligencia del demonio, que es mucha y perseverante, no le alcanza para entender el amor y el placer. Por eso, precisamente, siempre antepone el deber al placer. El cinismo es todo. De ahí que el peor enemigo del diablo no sea Dios sino otro diablo.

La jerga, y no la argumentación, es su mejor aliado. Y, en cualquier caso, hay que mantener las ideas de sus tentados vagas y confusas y, por supuesto, nadie puede dejar de vivir bajo un doble patrón de conducta. El demonio es el cínico completo con un doble objetivo: minar la fe e impedir la formación de virtudes. De los muchos temas claves de la psicología, o mejor, del alma del hombre contemporáneo, hay uno que enlaza con la segunda de las obras recomendadas. Es, en efecto, en la desgracia, en el infortunio, donde más éxito pueden obtener los demonios. Lewis, en este punto, es grandioso: gracias a la literatura, no entro en el asunto de la creencia, el ámbito operativo del diablo es superado.

Merced a un proceso literario magistral y auténtico, cuyo resultado son estas cien páginas, la pena, la desgracia y la desdicha más tremenda por la pérdida de su amada son llevadas hasta allí dónde el ser humano tiene que reconocer que "no somos capaces de entender. Puede que lo que menos entendamos sea lo mejor". La narración del profundo dolor que le produjo la desaparición de su esposa y, sobre todo, de la superación de este hecho pervivirá como un gran modelo en la lucha del hombre contra el mal.

El vacío, la soledad, la impotencia, el recuerdo, el amor, la fe, la esperanza, la confrontación con Dios, etcétera, toca el alma de los lectores, pero no más que la exposición de cómo se va reponiendo, cómo vuelve a lo cotidiano, al pensar con profundo respeto la vida de la persona amada y desparecida. Ambos procesos son impresionantes. En este libro Lewis parecer llegar al fondo de sí mismo, y lo muestra con hermosura literaria, a través de la radical experiencia del amor, el sufrimiento y la esperanza.

Conclusión: la literatura nos salva. Sin la experiencia de la escritura, del trabajo literario, hubiera sido imposible la catarsis, o mejor, la curación de Lewis. ¿No será esto obra del "demonio de la literatura"?

C. S. LEWIS: CARTAS DEL DIABLO A SU SOBRINO. Rialp, 12ª edición. Madrid, 2006, 140 páginas.
C. S. LEWIS: UNA PENA EN OBSERVACIÓN. Anagrama, 9ª edición. Barcelona, 2005, 103 páginas.

Agapito Maestre.