sábado, 23 de junio de 2007

Shrek Tercero

Informe:

Dirección: Chris Miller (II), Raman Hui Guión: Jeffrey Price, Peter S. Seaman, Jon Zack Música: Harry Gregson-Williams Distribuye en Cine: Paramount Duración: 92 min. Género: Animación

En busca del rey

Si uno revisa los datos de taquilla de las dos anteriores películas de la saga, comprende que la llegada de una tercera parte era inexorable. Shrek (2001) obtuvo un éxito impresionante, con una recaudación mundial de casi 500 millones de dólares, estuvo nominada al Oscar a la mejor película y ganó el apartado a la mejor película de animación.

Por su parte Shrek 2, estrenada tres años después, batió todos los récords imaginables y se convirtió en la película de animación más taquillera de todos los tiempos, con una recaudación total de más de 920 millones de dólares. Con este bagaje, los estudios DreamWorks se han visto lógicamente impelidos a continuar la historia de su personaje más original y divertido. Que logre igual éxito que sus predecesoras es ya otro cantar.

La película retoma la historia en el castillo de los reyes de Muy Muy Lejano, en donde también viven felices la hija del rey, Fiona, y su marido Shrek, con la alegre compañía del parlanchín Asno y del caradura chuleta Gato con Botas. El rey está enfermo y, a regañadientes, Shrek ha de hacer sus veces, lo cual le hace añorar cada vez más su querida y asquerosa ciénaga.

Sin embargo, a la muerte del rey, éste le confía su reino al Ogro, aunque también le dice que hay otro heredero llamado Arturo que puede ocupar su lugar. Sin pensárselo dos veces Shrek sale en busca de su salvador, no sin antes enterarse de que Fiona está embarazada.

Pero un gran peligro se cierne sobre el reino de Muy Muy Lejano, pues el Príncipe Encantador pretende el trono y para lograr sus fines reunirá a los malvados deseosos de tener ellos también un “y vivieron felices para siempre”.

El realizador Andrew Adamson cede la batuta esta vez a Chris Miller, que debuta como director con este largo, amparado en su experiencia como dibujante en Hormigaz y Shrek, y en su colaboración en otros filmes de DreamWorks, como Shrek 2 o Madagascar. Se puede decir que Miller aguanta el envite, pero no sube la apuesta.

Acierta en la concepción de algunas escenas muy logradas, como el pillaje de los malvados en el pueblo “Beverly Hillsiano” o en la huida de las mujeres de la cárcel y su divertida entrada en el castillo. Sin embargo, pesa demasiado en la historia la sensación de “ya visto”, señal de que la idea se agota, y Miller no logra del todo superar visualmente la previsibilidad de un guión menos inspirado que el de las entregas anteriores.

Por supuesto que hay algunas perlas. Toda la historia se asienta sobre la idea de que lo importante en la vida no es lo que piensen de uno, sino lo que uno piense de sí mismo, de tal modo que rendirse al pesimismo o a la derrota es la peor de las desgracias. A la vez, la horrible visión y la original fuerza de la pesadilla de Shrek sobre su paternidad obtiene su equilibrado contrapunto en el desenlace, de hondura y optimismo proporcionados.

Una película que, aunque una vez más añada un par de mensajes positivos sobre la familia y la autenticidad, está diciendo a gritos que lo que pretende es entretener y a cuantos más, mejor. (decine21 / Almudí JN-AG)

jueves, 14 de junio de 2007

El gusto por la lectura

Pareciera ser, a primera vista, que no habría mucha diferencia entre quien lee y quien no lo hace frecuentemente. Pero es sólo un engaño. Las diferencias son bastante grandes y notorias. En primer lugar, quien lee aumenta su cultura, la hace sólida si es endeble y la enriquece cada vez más. Quien permanece ajeno a los libros, por el motivo que sea, también es cómplice de su ignorancia, que se acrecienta a medida que sigue huyendo de las páginas escritas.

En segundo lugar, la lectura aporta un panorama más amplio para el desarrollo de las propias ideas y fomenta una actitud crítica, pero no en sentido negativo, sino positivo, ya que remueve los preconceptos e instala la necesidad de contrastar unos datos y otros, algunos más veraces y otros, pobres y caducos.

Quien lee no cree lo primero que escucha, al menos tiene un cierto bagaje cultural que matiza cualquier intento de absolutismo respecto a ciertos temas.
En tercer lugar, la lectura es fuente de conocimientos. La falta de lectura, por el contrario, adormece el espíritu y la inquietud intelectual. Pero, tampoco es suficiente con ser un devorador de libros, ya que se puede leer mucho pero mal. Es decir: siempre se debe buscar, mediante el consejo de alguien o guiados por el propio sentido común, las lecturas que favorezcan el desarrollo personal, que son todas aquellas que no están reñidas ni con la moral ni con la ética, ni menosprecien el valor individual de las personas ni sus creencias. Hay personas que, a fuerza de consumir basuras editoriales, que las hay y muchas, han hecho de su intelecto un refugio para las ideas más depravadas y siniestras. No hay que leer cualquier cosa, hay que leer siempre con un criterio determinado para cada circunstancia.

El gusto por la lectura lleva a quien lee a no contentarse con lo primero que ofrecen las vidrieras, o con aquel libro que es best seller mundial, pero que sin embargo no aporta mucho más que un simple cuento de hadas, nacido para entretener con exclusividad. Quien se habitúa a la lectura quiere buscar autores con los cuales identificarse en costumbres, modismos e ideas acerca de las grandes cosas de la vida. Es el lector cómplice del autor en cuanto difusor de ciertos ideales nobles, que agrandan las miras de la rutina diaria.

Y la falta del hábito de lectura repercute necesariamente en el trato con los demás. Quien no hace más ver las caricaturas del periódico, difícilmente pueda transcribir en palabras lo que le dicta su corazón cuando quiere expresar su amor. Reinará una especie de «parquedad sentimental», caracterizada por escuetas líneas y frases hechas repetidas una y otra vez, hasta despojarlas de su intenso significado por el abuso de su presencia en los labios del amante.

El gusto por la lectura es gustar de disfrutar más de la vida, de compartir en palabras las experiencias vividas y en saber transmitir las propias con la justa mezcla, cual recete perfecta, de sentimientos, emoción y vocablos. Leer significa ir más allá de nuestro estrecho mundo personal y adentrarnos en el otro, en crecer en empatía, estar con el otro y desde el intercambio fructífero de ideas, poder decir, al final del día, que hemos aprovechado el tiempo, al menos por haber leído unas líneas de nuestro autor preferido.

Oscar A. Matías
Conoze.com